Page 204 - San Luis Bertrán Eixarch
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Obispo, recibió al prisionero, retornó la calma a

            su espíritu y dio gracias a Dios, disponiéndose a
            citar el tribunal para ordenar la pena que
            merecía Rivera. San Luis, durante el juicio, con

            grandes ruegos le decía al Obispo, que no todo se
            debe llevar por la vía de la justicia y que a veces
            Nuestro Señor permitía que pasaran estas cosas

            para padecer un poco con Él.
                  Como el español Rivera era morador del
            pueblo de Tubará y la indígena Marinita era

            cristiana, San Luis les bautizó el hijo. Este hecho
            y el de la hermana de Rivera, hicieron que las

            indígenas que vivían en la selva, cuando tenían
            problemas de parto, enviaran a sus maridos a
            pedir prestado su cinturón y después venían al
            poblado a pedir la doctrina y bautizar al recién

            nacido. La gracia que acompañaba el cinturón de
            San Luis fue tan notable, que cuando regresó a

            Valencia, España, las parteras y los médicos que
            no podían solucionar partos difíciles, enviaban
            al convento de Santo Domingo por ese cinturón.
                  Era tan grande su fuerza espiritual, que el

            diablo, ni siquiera usando el arma más terrible
            de que dispone, la calumnia y el escándalo,

            lograba doblegarlo. Respecto de este recurso


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